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miércoles, 6 de abril de 2011

ABRIL 6: BEATO GUILLERMO DE SICLI

 Ermitaño de la Tercera Orden (13091404). Pablo III concedió en su honor oficio y Misa el 27 de junio de 1539.
Nació en 1309 en Noto, Sicilia, de familia ilustre. En una batida de cacería en 1335 en los alrededores de Catania, Federico II fue atacado por un jabalí; Guillermo hizo frente a la fiera y salvó al rey, pero sufrió la fractura del fémur derecho; su estado de salud se agravó.  Durante la noche se le apareció Santa Agueda y le dijo: “Levántate, Guillermo hermano, abandona la corte y vete a la soledad, allí Dios te hablará al corazón”. Curado pero desertor, se presentó al soberano y le reveló la aparición y le comunicó su decisión de consagrarse a Dios. De él obtuvo un lugar llamado “La celda del Castillo”, en los alrededores de Noto, cerca de la iglesia del Crucificado.
En la “Celda” vivió en completa pobreza y por algunos años en compañía del cohermano Terciario Franciscano San Conrado Confalonieri de Piacenza, que luego vino a ser protector de Noto. Cuando éste, para apartarse todavía más del mundo escogió la localidad llamada Pizzoni, Guillermo recibió de la Madre de Dios la orden de ir a Sicli, en 1345, para renovar el culto a la Madona de la Pietá. Al lado de la iglesita se construyó con sus manos un pequeño eremitorio. Vivió en áspera penitencia y en oración fervorosa y constante, difundiendo la devoción a la Madre Dolorosa y haciendo bien a todos. En 1382 amplió la iglesia de Santa María de la Pietà. La devoción a nuestra Señora volvió a florecer. La estima y veneración que los habitantes de Sicli y de las regiones limítrofes tuvieron por el heroico ermitaño fueron tales, que en poco tiempo aquel lugar solitario se convirtió en meta de peregrinaciones frecuentes y fuente de celestiales prodigios.
Fray Guillermo, ermitaño terciario franciscano, vivió en este nuevo eremitorio durante 57 años. Dormía en la dura tierra, se alimentaba de lo que la caridad de los fieles le llevaba en señal de devoción y reconocimiento. Su oración era constante, continua su unión con Dios.
El 4 de abril de 1404, a los noventa y cinco años de edad, se abrieron ante él las puertas del cielo. Las campanas sonaron a fiesta y anunciaron su muerte bienaventurada. Clero y pueblo se dirigieron al eremitorio, donde encontraron al anciano ermitaño con las manos juntas tendido en tierra, rodeado de esplendores celestiales. Parecía absorto en éxtasis. Fue trasladado procesionalmente a Sicli a la iglesia de San Mateo, y sepultado en una urna de mármol.

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