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viernes, 9 de diciembre de 2011

Beata Angela María Astorch.
www.franciscanos.net/santoral
Virgen Clarisa de la Segunda Orden (1592‑1665). Beatificada por Juan Pablo II el 29 de mayo de 1982, con ocasión del octavo centenario del nacimiento de San Francisco de Asís.
Angela María Astorch nació en Barcelona, España el 1 de septiembre de 1592. Huérfana de padre y madre siendo niña, entró en el monasterio de reciente construcción, de las hermanas Clarisas Capuchinas de la misma ciudad. Emitió la profesión religiosa el 8 de septiembre de 1609.
En 1614, a los 21 años, fue destinada a la nueva fundación del monasterio de Zaragoza como maestra de novicias, cargo que desempeñó durante nueve años consecutivos, junto con el oficio de responsable de la formación de las jóvenes profesas. En 1628 fue elegida abadesa. Fue confirmada por tres trienios sucesivos.
En 1645 tomó parte en la fundación del monasterio de Murcia, donde ejerció el oficio de abadesa y de maestra de novicias durante 16 años. En Murcia demostró su caridad y su fe especialmente en dos ocasiones, durante la peste de 1648 y en la gran inundación de 1651, que destruyó la iglesia y gran parte del monasterio. Las monjas se vieron forzadas a buscar refugio en otro sitio por casi dos años.
Dotada de una inteligencia extraordinaria, María Angela, desde joven, dio pruebas de una madurez humana no común. Cultivó la lengua latina, de modo que suscitaba admiración entre los doctos. Poseedora en grado carismático del conocimiento de la Sagrada Escritura y de los escritores eclesiásticos, que leía asiduamente. Extraordinaria fue su experiencia contemplativa. La fuente de sus ascensiones místicas fue la liturgia, especialmente la de las “horas”. Con justa razón puede ser llamada la mística del breviario.
Fue ejemplar en el gobierno de sus cohermanas. Les consultaba a menudo, sea en capítulo o en diálogo personal. Ante las opciones de naturaleza espiritual sabía asumir toda la responsabilidad de guía de la comunidad. Dejó numerosos escritos, en su mayoría todavía inéditos, dignos de ser conocidos y estudiados.
La piedad de María Angela se centra en la persona y en el misterio de Cristo. Por muchos años se sintió atraída a la participación activa en los diversos momentos de la Pasión, particularmente en el de la flagelación en la columna, reviviendo en sí misma los dolores del Salvador. El 21 de octubre de 1626, después de una larga preparación espiritual, quiso sellar su pacto de amor con Cristo mediante el desposorio místico. El monasterio fue el lugar de su sublimación. El ejemplo de San Francisco, de Santa Clara y de los santos franciscanos fue fuente de inspiración y de emulación en el camino de la santidad. Religiosa contemplativa, intuía el esplendor de Dios. Decía : “Mi norma es callar, sufrir y llevar el peso de guiar la comunidad franciscana de las clarisas. Me considero indigna de estar entre las siervas de Dios”. Vivió y enseñó una espiritualidad litúrgica, bíblica y franciscana.
Rodeada de una clara fama de santidad, murió el 2 de diciembre de 1665, tenía 73 años. El pueblo de Murcia acudió en masa a venerar los despojos de la fundadora de monasterios. Considerada santa por todos.

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